Naranjal de Pereda: el rescate histórico del sitio donde nació la ciudad de Concordia

por EM

El turismo cultural y de cercanía ha encontrado en la provincia de Entre Ríos un baluarte que combina el paisaje litoraleño con una profundidad histórica que pocos sitios pueden ostentar. A escasos cuatro kilómetros del centro neurálgico de Concordia, el Naranjal de Pereda se erige no solo como un atractivo paisajístico, sino como el verdadero kilómetro cero de la identidad local. Este espacio, que hoy es objeto de una cuidadosa puesta en valor, ofrece a los visitantes un viaje temporal que abarca desde la época de las misiones jesuíticas hasta el apogeo de la industria ganadera argentina.

Un enclave estratégico desde el siglo XVIII

La importancia del Naranjal de Pereda no es una construcción caprichosa del presente. Su relevancia está marcada por la geografía misma. El accidente geográfico conocido como Salto Chico, en el río Uruguay, funcionaba históricamente como un límite natural que impedía la navegación continua. Esta condición estratégica obligaba a los viajeros y comerciantes a realizar escalas técnicas en este punto exacto.

Registros cartográficos que datan de 1722 ya daban cuenta de este asentamiento, que servía de apoyo logístico en la época de los jesuitas. Según explica la guía de turismo Julia Elisa Niez, este lugar es el sitio fundacional que dio origen a la actual ciudad de Concordia, consolidándose como un punto de contacto vital entre la Banda Oriental y el territorio entrerriano.

El auge del saladero y la casona de 1870

Uno de los mayores atractivos del predio son las ruinas de su imponente casona, construida en 1870. En aquel entonces, el matrimonio conformado por Manuel Bica y Eloisa Costa impulsó en estas tierras una de las industrias más potentes de la época: el saladero. Bajo el nombre de “Naranjal”, esta unidad productiva se especializaba en la elaboración de charqui o tasajo, carne deshidratada y salada que resultaba fundamental para la alimentación de los navegantes de largo aliento y para las poblaciones esclavizadas en Brasil y las Antillas.

Este período transformó la fisonomía del lugar, convirtiéndolo en un centro de actividad febril que conectaba la producción pecuaria regional con los mercados internacionales del Caribe. Las estructuras que hoy se mantienen en pie, rodeadas de una vegetación exuberante, son el testimonio mudo de una arquitectura industrial que definió la economía rioplatense del siglo XIX.

Hitos patrios y la aristocracia ganadera

La historia del Naranjal de Pereda también está entrelazada con las luchas por la independencia. En 1811, durante el histórico episodio conocido como el “Éxodo del Pueblo Oriental”, José Gervasio Artigas cruzó el río Uruguay y acampó en estas tierras. Este hecho añade una capa de mística patriótica al lugar, convirtiéndolo en un sitio de memoria para toda la región.

Décadas más tarde, la propiedad pasó a manos de Celedonio Pereda, una figura central de la élite terrateniente argentina. La familia Pereda, conocida en Buenos Aires por ser la propietaria original del actual Palacio Pereda (hoy Embajada de Brasil), otorgó al sitio una nueva funcionalidad. El antiguo saladero dio paso a un centro de remates ganaderos de gran envergadura.

En su momento de mayor esplendor, la Sociedad Rural de Concordia, vinculada a este predio, se posicionó como la segunda más importante del país, solo superada por la de Buenos Aires. El Naranjal recibía ganado no solo de Entre Ríos y Santa Fe, sino también de la Banda Oriental, consolidándose como un epicentro comercial sin fronteras.

El desafío de la preservación y el turismo actual

Tras años de incertidumbre y un periodo de abandono donde el sitio estuvo cerca de ser transformado en una clínica psicosomática, la gestión actual ha tomado un rumbo diferente. A través de la Subsecretaría de Turismo de Concordia, se ha iniciado un proceso de preservación consciente. Aunque el terreno sigue siendo de propiedad privada, el trabajo conjunto busca recuperar el espacio debido a su peso histórico y medioambiental.

El objetivo es claro: proteger las ruinas de la degradación y ofrecer un producto turístico que eduque y emocione. La recuperación del Naranjal de Pereda es un ejemplo de cómo la industria del turismo puede actuar como un agente de rescate patrimonial, devolviendo a la comunidad un espacio que estuvo a punto de perderse en el olvido.

Información para el visitante

Para quienes deseen sumergirse en esta experiencia, el Naranjal de Pereda ofrece visitas guiadas los días sábados y domingos. Con el inicio de la temporada estival, los recorridos comienzan a partir de las 18:00 horas, aprovechando la caída del sol sobre el río Uruguay, lo que añade un atractivo visual inigualable a la narrativa histórica.

La experiencia, liderada por profesionales como Julia Elisa Niez, tiene una duración de entre 40 y 60 minutos. Durante el recorrido, los turistas pueden interactuar con las ruinas, comprender la lógica de la industria saladeril y conocer los detalles de las excavaciones y hallazgos que continúan revelando secretos sobre el origen de Concordia.

Este destino no solo se presenta como una opción de recreación, sino como una parada obligatoria para entender la evolución económica y social del litoral argentino. La cercanía con la ciudad y la profundidad de su relato lo convierten en un activo estratégico para el turismo en Latinoamérica, donde la identidad y el patrimonio son los nuevos motores del desarrollo regional.

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