Los Bares Notables corresponden a un selecto grupo de 86 cafés, bares, billares y confiterías ubicados dentro de la Ciudad de Buenos Aires relacionados con hechos o actividades culturales importantes, que fueron punto de encuentro de grandes personalidades y cuya antigüedad o diseño arquitectónico le otorgan un valor propio.
Muchos de estos bares y confiterías notables han sido oficialmente reconocidos como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.
¡Recorramos algunos de estos lugares tan especiales!
Bar El Federal
En la esquina de Perú y Carlos Calvo, corazón de San Telmo, funciona el café-bar El Federal. Anteriormente lo hizo como almacén con despacho de bebidas, clásica tipología comercial porteña de fines del siglo XIX y principios del XX.
Los dos salones que conforman El Federal, con un mobiliario tradicional, poseen una interesante exposición porteña, que incluye viejas publicidades, fotografías de los años 20 y 30. Objetos que movilizan nuestra memoria como antiguos triciclos, añejas botellas de aperitivos, sifones de vidrio de color con cabeza metálica y pinturas relacionadas con personajes de la música ciudadana (como el incomparable Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero, Homero Manzi, Osvaldo Pugliese y Héctor “Chupita” Stamponi, por ejemplo) determinan su cálido espíritu, que se refuerza con la buena atención de su plantel de mozos y mozas.
La barra baja, que protagoniza el primer salón, permite comer sentado muy cómodamente las especialidades de la casa (picadas, tortillas, lomos y sándwiches especiales, ravioles caseros de pavita o strudel).
Bar Británico
Desde los años 1930, el Bar Británico es el emblema del Parque Lezama, ubicado en la esquina de Brasil y Defensa. Debe su nombre a los ex combatientes ingleses de la Primera Guerra Mundial que, alojados en una pensión cercana, lo convirtieron en su lugar de encuentro preferido. En sus mesas pareciera que el tiempo no transcurriera, a pesar de que hace unos años atrás el barrio entero se movilizó para evitar su cierre.
36 Billares
Un lugar emblemático de la Buenos Aires del siglo XIX.
Este local nació como café en 1894, cuando Avenida de Mayo era la más parisina y española de la ciudad. Fue lugar de encuentro de pensadores e intelectuales que encontraron un ámbito perfecto para intercambiar sus ideas. Después de cerrar en 2013, fue salvado y reestructurado conservando su perfil histórico-porteño. Las especialidades de la casa son la pizza a la piedra y la fugazzeta. Hay postres clásicos como la sopa inglesa, la torta Balcarce, y la tarta de ricota.
Bar Iberia
El segundo bar más antiguo de Buenos Aires después del Tortoni, fue abierto y reinaugurado en tres siglos distintos. Nació en 1897 con el nombre de La Toja. A una cuadra estaba el Comité Central de la Unión Cívica Radical, razón por la cual en su salón podía verse con asiduidad a Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear y otros políticos importantes. Durante los primeros años de la década del 30, en su segunda reinauguración, pasó a llamarse Iberia y fue el punto de reunión de los republicanos y testigo de las batallas campales que se sucedían por ese entonces cuando a los franquistas del Bar Español, que quedaba justo enfrente, se les daba por entrar al bar de sus rivales.
Pero la historia del bar no terminó con la guerra, el dramaturgo y poeta español Federico García Lorca solía frecuentarlo con amigos.
En 1942, por iniciativa de su propietario Daniel Calzado, el bar fue ampliado al comprarse el local de la peluquería contigua. En la actualidad, y desde hace varios años, Manuel Novo dirige el destino del Iberia, que cuenta con una atención esmerada y un servicio gastronómico de gran calidad.
Se encuentra en “la esquina más española de Buenos Aires”, próximo al Teatro Avenida, el Hotel Castelar, y a los restaurantes El Globo, El Imparcial, El Hispano y Plaza Asturias.
El Bar Iberia fue declarado en 2005 “Sitio de Interés Cultural” por la Legislatura porteña, la que también lo ha distinguido como “La Esquina de la Hispanidad”. El jueves 29 de marzo de 2007 celebró su reinauguración, luego de una acertada intervención arquitectónica.
Bar La Academia
La Academia es un tradicional local de la avenida Callao, que tiene tres sectores con personalidad propia. El primero de ellos, el más próximo a la calle, es el salón del café propiamente dicho, recubierto con una boiserie que le brinda mayor calidez. Luego, atravesando un paso central, llegamos a los siguientes. El segundo presenta tres mesas de billar sobre la derecha, mientras que a la izquierda se agrupan varias mesas donde los parroquianos juegan a los dados, a las cartas o al dominó. El último espacio, con aire de lugar para iniciados, como el corazón de un templo, ofrece doce mesas de billar y cinco de pool. Los guardatacos y el marcador con publicidad de Fernet Branca decoran funcionalmente.
Una moderna máquina pasa CD, reemplazante de las viejas y coloridas fonolas, permite elegir entre muchísimos temas.
Tan enraizada está La Academia con la vida cotidiana de la ciudad que muchos autores la incluyeron en sus relatos. “…Me paré y muy despacito campanié esa esquina que, a pesar
de los cambios, era todavía Callao y Corrientes. Me gustó. Más me gustó cuando vi abierta La Academia, ahí, a media cuadra. Había una concurrencia bárbara. Pensé que era porque justo
saldrían del cine, pero no, había toda clase de gente. Había sido un hermoso día, estábamos a principios de mes…”, escribió Oscar Leguizamón en La Grela. También Enrique Medina en
La esperanza infinita, Juan Terranova en El caníbal, y el gran Abelardo Arias en su libro IntenSión de Buenos Aires se ocuparon de La Academia.
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