Por uno de esos enredos de la historia, Llívia es una isla de tierra española rodeada de tierra francesa a ocho kilómetros de Puigcerdá, en el Pirineo oriental. Se comunica con el resto del país Ibérico por una carretera que atraviesa territorio galo.
Durante la Guerra Civil, las tropas de Franco tuvieron que solicitar permiso al gobierno francés para pasar a ocuparla.
Para empezar, la leyenda atribuye al mismísimo dios Hércules la fundación de la ciudad. Ésta, en la antigüedad adoptó el nombre de Kerre (sierra o lugar rocoso). Los romanos la llamaron después Iulia Lybica, con los visigodos adoptó el nombre de Castrum libyae y con la llegada de los árabes pasó a ser Medinet – el- bab (ciudad de la puerta).
Por ese lugar cruzaría el mismísimo Aníbal los Pirineos con sus tropas y elefantes en busca de la conquista de Roma allá por el siglo III a.C. Llívia también dice enorgullecerse de ser, según algunos autores, la cuna de Cataluña, ya que el conde Sunifred, padre de Wifredo el Velloso, vivió y gobernó desde este lugar.
Este rincón español en tierras francesas disfruta de la belleza propia de los pueblecitos pirenaicos. Las casas de piedra y madera se distribuyen por sus calles, que descansan dispersas en la llanura. Una gran planicie rodeada de extensos prados verdes que el omnipresente río Segre se encarga de regar generosamente.
Este lugar se encuentra rodeado de varias decenas de estaciones de esquí, así como infinidad de rutas senderistas para caminar sin descanso.
Obviamente, por su ubicación, la naturaleza es el principal protagonista de este pintoresco enclave. Con todo, en el interior del municipio de Llívia, también podemos disfrutar de algún que otro paseo por su centro histórico, tomar un café en la plaza mayor o ver algunos de sus edificios más importantes.
La farmacia más antigua de Europa
De entre los lugares más destacados para visitar, es indispensable acudir al Museo Municipal, donde permanecen los restos de la célebre Farmacia Esteve. Se dice que los primeros documentos hallados haciendo referencia a esta antigua botica datan del año 1594. Esto fue suficiente para que la propia villa le concediese el título de “farmacia más antigua de Europa”.
Si bien es cierto que no todos los investigadores coinciden en este punto, la visita es más que recomendable, pues allí están expuestos los preciosos albarelos de cerámica que habían contenido las sustancias sanadoras. Algunos de estos recipientes, habitualmente los más pequeños, se guardaban dentro de un cordialer, una especie de armario de madera con estanterías estupendamente ornamentado que también podremos ver.
Además, encontraremos unas delicadas cajas policromadas que almacenaban los distintos tipos de hierbas y que destacan por su enorme belleza y colorido.
Dejando a un lado la famosa farmacia, conviene visitar la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y la Torre de Bernat de So, que sirvió en su día como prisión, ayuntamiento e incluso albergó los restos de la mismísima farmacia Esteve hasta la creación del Museo Municipal.
Ya a las afueras del núcleo urbano, quien quiera conocer los orígenes de Llívia, tendrá que acercarse hasta el castillo. Esta fortaleza gozó de cierta importancia por su ubicación estratégica, que permitía controlar los posibles movimientos de tropas a su alrededor.
La villa de Llívia
La villa de Llívia está situada a 1.223 metros al pie del Puig de Llívia y se extiende por el Pla de Fontanelles.
El núcleo antiguo está declarado Bien Cultural de Interés Nacional y se destaca la iglesia parroquial de la Mare de Déu dels Àngels, de un gótico tardío, construida en el siglo XVI y terminada hacia el año 1617.
Aunque hay pocos vestigios del antiguo castillo de Llívia, situado en lo alto de la colina y destruido por el rey francés a finales del siglo XV, se han realizado diversas excavaciones para descubrir más restos y espacios de la antigua edificación.
Muchos de los puntos de interés son espacios abiertos de acceso libre. El resto son monumentos accesibles al público.
Al firmar el Tratado de los Pirineos, en 1659, España se vio obligada a ceder a Francia 33 pueblos que pertenecían a lo que hoy se conoce como “Catalunya Nor”. Así fue como se cedieron todos los pueblos de las comarcas del Vallespir, Rosellón, Conflent, Capcir y Alta Cerdaña.
Llívia se libró de su cesión precisamente por su título de villa real y no de pueblo. Así surgió este enclave que nos permite descansar en este mágico lugar.